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LA CREMA CHANTILLYs

Muchas veces –tanto en la cocina como en la vida- las cosas más simples son las que causan más placer. Por supuesto que la complejidad y la sofisticación también tienen su encanto, pero la persona con los gustos más caros puede sorprenderse con el aroma de una flor  o el sabor de la crema Chatilly.
Poco hace falta para elaborar a esta reina de la pastelería: sólo crema de leche, azúcar, un toque de vainilla y un sabio batido. Una receta nada complicada, casi humilde, pero con la profundidad de las cosas sencillas y naturales.
Quien la Invento ¿?
Según la tradición, esta delicia nació de un contratiempo culinario: durante una importante comida, la crema fresca para el postre habría sido insuficiente, por lo cual un asistente de cocina tuvo la idea de batirla para aumentar su volumen y lograr que alcanzara para todos los invitados.
Pero una versión con sustento  histórico – indica que  esa idea fue del célebre françoise Vatel, a mediados del siglo XVII, quien se desempeñaba como maestro de ceremonias y festejos en el castillo de Chantilly, al norte de París.
En ese mundo barroco, Vatel brillaba con luz propia, su fama era extensa y se dice que los platos que ideaba habían cautivado a todos. En 1660 el gran cocinero había creado una crema especial para agasajar al Rey en una fiesta en el castillo de Vaux le Vicomte en las afueras de París.
Años después, ya al servicio del Príncipe de Condé, se instaló en Chantilly, donde esa crema –tal vez su creación menos elaborada pero aún vigente- alcanzó su máxima expresión y tomó el nombre de ese terruño. Algo muy justo, pues parece que la crema fresca que se producía en las lecherías adyacentes a los dominios del Príncipe era excepcional y fue la base del éxito de la receta.
La consagración final se dio en 1671 con la visita de tres días al castillo de Chantilly de Luis XIV con toda su corte. Al final de los elaboradísimos platos el postre estrella fueron las frutillas con crema: todos quedaron impactados con las ondas de la crema, que mantenían la forma y deleitaban con su sabor y textura insuperables.
Pero acá también viene la parte trágica del relato. Miles de nobles afectados y volubles,  querían disfrutar de los festejos y los banquetes que cinco veces por día debía organizar Vatel. El apasionado Vatel puso su nombre en cada plato y cuando no llegó el pescado para la cena del último día se sintió deshonrado.
La Historia dice que no pudo soportar esta Vergüenza y  tomó su espada y se arrojó sobre ella, atravesándose el corazón.

 

 

 

 

 

* Monica Rujman es una Chef en reposteria y dueña de una empresa de catering y regalos.

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baubau-mrujman@hotmail.com

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